domingo, 18 de octubre de 2009

EL PROPÓSITO DE LA VIDA

Toda nuestra vida es una sucesión de esfuerzos, bien sea ejercidos por nosotros o por otros. Todos esos esfuerzos tienen un fundamento común, aunque sean variados y además, exista una diversidad aparente en los propósitos que hay detrás de ellos. El esfuerzo del granjero tiende a la cosecha. El esfuerzo del industrial tiende a la producción de bienes y demás artículos. El esfuerzo del profesor va en otra dirección; etcétera, etcétera. Tenemos en apariencia una diversidad de propósitos, motivados por diversidad de esfuerzos.

Pero esta es una gran ilusión delante de nosotros, y vivimos en un mundo de ilusiones que erradamente creemos realidades. La ilusión surge por cuenta de nuestra inhabilidad de ver más allá de cierto límite del horizonte de nuestras percepciones mentales. El granjero olvida que la producción de la cosecha en el campo no es el único propósito, o mejor, el último fin de sus esfuerzos. La cosecha tiene otro fin enteramente conectado con ciertos otros fines, y así sucesivamente en una cadena infinita que no puede fácilmente ser comprendida por una mente no educada. El estómago no come para su satisfacción. Sabemos muy bien para qué come el estómago. El estómago puede decir: “Yo como”, pero no lo hace; quien come es alguien diferente. Las piernas no caminan para sí mismas. ¿Qué ganan las piernas con caminar? Ellas caminan con otro propósito –el propósito de alguien más, no el de ellas-. Tampoco ganan nada los ojos con ver; los ojos ven para alguien más.

De la misma forma, hay un propósito inherente y fundamental que es trascendente al propósito inmediato y visible que está frente a cualquier individuo particular que ejecuta un esfuerzo; tal como las piernas no caminan para sí mismas, los ojos no ven para sí mismos, el estómago no come para sí mismo, etc., y parece que funcionan para algún otro propósito. Puede que ellos no vean su propósito, y entonces sucede lo que llamamos desmembración o desintegración de la personalidad. Cuando el propósito se pierde, el esfuerzo pierde su poder motivante y se convierte en un esfuerzo infructuoso, puesto que un esfuerzo que ha perdido su propósito, no puede considerarse como un esfuerzo significativo. También es posible que seamos conscientes de un propósito inmediato ante el esfuerzo, pero los fines que están más allá, pueden no ser visibles a nuestros ojos.

Plantearé una cuestión. Tomamos alimento diariamente para poder vivir. Mas ¿para qué queremos estar vivos? ¿Existe un propósito subyacente? No podemos responder esta pregunta. Aquí tenemos una pregunta que sobrepasa la lógica ordinaria. ¿Por qué debemos trabajar tan duro, comer, mantenernos vivos y existir? Después de todo, estamos haciendo todo esto para existir. ¿Por qué queremos existir? Supongamos que no existimos. ¿Cuál sería el perjuicio? Esta clase de preguntas nos van a arremeter cuando profundizamos en el propósito de las diferentes actividades de nuestra vida. Finalmente, cuando ajustemos el propósito a sus límites lógicos, encontraremos que el cerebro humano no sirve para entender esto.

Somos individuos limitados, con capacidad de entendimiento limitada y solamente podemos tener propósitos limitados en la vida –pero tenemos deseos ilimitados-. Esto es una contradicción. ¿Cómo pueden los deseos ilimitados satisfacerse con propósitos limitados? La vida es una contradicción; comenzó como una contradicción y termina como una contradicción. Esta es la razón por la que nadie ha dormido en paz, se ha despertado en paz, ni ha vivido en paz. Hay una sutil contradicción en el sueño, una presión contradictoria cuando despertamos, y una incómoda contradicción en nuestras actividades del día, de tal manera que solo hay contradicción. No hay nada más en la vida y todo esfuerzo tiende a eliminar esa contradicción. Pero si el mismo esfuerzo de eliminar la contradicción está él mismo envuelto en contradicción, entonces estamos en un lío, y eso exactamente es lo que ha sucedido a Pedro, Juan, José, X,Y,Z,A,B,C,D, quienquiera que sea.

La dificultad consiste en que la estructura de la vida está organizada en un modelo tal, que la penetración del pensamiento humano es incapaz de llegar siquiera a su parte externa. No estamos simplemente viviendo la vida –somos idénticos a la vida misma-. Una de las cosas más difíciles de definir es la vida misma. No podemos decir qué es la vida. Es solo una palabra que expresamos sin un significado claro ante nuestra visión. Es un enigma, un misterio que nos ha capturado y que extrae nuestra sangre a diario, que nos mantiene ansiosos, nos atormenta, que nos promete satisfacción pero nunca nos la da. La vida está hecha de tal manera que hay promesas que nunca serán cumplidas. Cada objeto en el mundo promete satisfacción, pero nunca la da, solo promete. Hasta el día de la muerte irá prometiendo pero nunca dará nada, y así moriremos en la misma forma que nacimos. A causa de que hemos estado muriendo sin tener satisfechas las promesas, renaceremos para ver si las promesas serán cumplidas, y el mismo proceso continúa, en una cadena eterna y sin esperanza. El círculo vicioso del entendimiento humano o mejor la incapacidad humana para entender, ha surgido por cuenta del aislamiento del individuo humano del modelo de la vida.

Este es un defecto no solo de los modernos sistemas de educación, sino también de las prácticas espirituales, de cada campo de la vida, de cada bendita cosa en el mundo. Cuando el individuo que está viviendo la vida se ha cercenado él mismo del significado de la vida, entonces la vida se convierte en contradicción, en un empeño sin significado. ¿Por qué nos cercenamos nosotros mismos del significado de la vida para sufrir de esta manera?

(Aparte tomado del libro de Swami Krishnananda, THE STUDY AND PRACTICE OF YOGA)

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