sábado, 30 de octubre de 2010

EL YOGA DE LA MEDITACIÓN

Capítulo 5

El problema del Alejamiento de Sí Mismo

De principio a fin la meditación es un proceso integrador del Ser, de aquí que cualquier forma de alejamiento sea opuesta al proceso y se convierta en un obstáculo para la meditación. El hombre moderno es una persona tan alejada de sí misma, que este alejamiento se ha convertido en parte de su naturaleza, como alguien que está continuamente enfermo y puede confundir la enfermedad misma con una condición normal del cuerpo. Cada paso en meditación es un esfuerzo por superar las barreras que se oponen a la expansión del Ser, y una profundización en el interior de la personalidad.

Puede preguntarse qué es el alejamiento de sí mismo, para que sea tan opuesto a la meditación. Es un estado de la mente en el cual se toma una personalidad falsa de uno mismo, por la verdadera personalidad, y se trabaja día y noche para colmar los impulsos de esa falsa personalidad. Este concepto erróneo con respecto de sí mismo, es la causa de las muchas formas de sufrimiento en la penosa vida de la persona, es la causa de la indulgencia con los sentidos y el ego, todo lo cual caerá sobre la persona como reacción a una personalidad desequilibrada. El alejamiento psicológico es de varias clases: a) En estos días es difícil para la gente crear o fomentar un valor intrínseco de sí mismos al vivir, como lo hacen, en una atmósfera de valores externos artificialmente fabricados. Para citar un ejemplo, parece tener gran valor una persona cuando posee enormes riquezas o está en una posición poderosa del gobierno, sin embargo, de la noche a la mañana se convierte en un 'don nadie', cuando es privado de su riqueza o desposeído de su cargo. Este sentimiento que ahora tiene de 'vacuidad', se debe a que él no tiene valor en sí mismo, excepto aquel que le fue impuesto externamente por los valores que se suponen asociados con la riqueza y la autoridad. Ha vivido en un 'ser-dinero' o 'ser-poderoso', en lugar de en su ‘ser real’. Este es un ejemplo de alejamiento del propio ser. b) Puede haber dificultad, otra vez, causada por la oposición del sexo opuesto, que la mayoría de las veces termina en una transferencia de valores del verdadero ser hacia una forma de éste, visualizada temporalmente en el objeto del sexo, siendo esta visión puramente ciega, incapaz de ver la verdad que está detrás la forma de atracción. En esta condición de la mente, hay alejamiento de sí mismo; el ser se mueve, por así decirlo, hacia el objeto, involucrándose con él , debido a lo cual el objeto es amado como si fuera el ser. Entonces, por un tiempo, el ser se ha convertido aquí en el objeto, un estado en el cual la mente está en una forma exaltada de inquietud. c) Puede haber alejamiento del ser, de la gente que le rodea a causa de su inhabilidad para aceptar, someterse o seguir las costumbres sociales, o las maneras y tradiciones de la sociedad. Esto también puede suceder por una encumbrada opinión que se tenga de sí mismo, la cual resulta en desdén por la sociedad. Aquí, de nuevo, la mente está inquieta y no puede encontrar paz en la vida debido a su auto aislamiento, y al hecho de no darle el crédito que merecen los demás como seres humanos. Apego al propio grupo y simultáneamente odio por otros grupos debido a conflictos de interés, que pueden ser sociológicos, éticos o políticos; divisiones comunales creadas por casta, credo o color, o diferencias entre seres humanos tales como del Norte o del Sur, del Este o del Oeste, etc., como también demasiado énfasis en estratificaciones sociales artificiales, como 'clase alta' o 'clase baja', barren la personalidad entera y crean una diferencia donde no la hay; diferencias y conflictos que crean auto alejamiento del ser, respecto de los hechos o de la realidad. d) También es causa de auto alejamiento el uso incorrecto de la posición personal en la sociedad. Esta es una situación bien conocida en el campo de la política, y en cargos grandes y pequeños. Situación enormemente indeseable y malsana, que entra en la mente de la persona y la enferma perpetuamente, creando al mismo tiempo una noción bajo la cual esta enfermedad puede confundirse fácilmente con salud, poder y desempeño del deber. e) Otra condición perniciosa e infeliz de la sociedad moderna, es arrancar el trabajo de los pobres sin una adecuada recompensa por lo que se ha tomado de ellos. Si bien el trabajo es bueno y necesario, y la cooperación con la organización política y social del gobierno es inevitable para el bienestar mutuo de todas las personas, también debe tenerse en cuenta que el trabajo no debe tomarse sin la debida consideración, y sin la debida recompensa o precio por el trabajo que se compra. De hecho, cuando el trabajo se demanda honesta y moralmente, se convierte en Yajna o sacrificio con un elevado significado espiritual, y deja de ser una compraventa de la fuerza humana, como se hace en la sociedad moderna. Cuando el espíritu de sacrificio es sustituido por el artificio mecánico de la extracción y la extorsión mediante la explotación de cualquier forma que sea, el trabajo se convierte en una fuente de temor malsano, de aguijoneo de la conciencia e inquietud mental, tanto en quien trabaja como en aquel para quien se trabaja. Esta condición psicológica es un alejamiento de sí mismo de un tipo completamente distinto. Opuesto a esto es la oportunidad dada a cada individuo de crecer en una manifestación saludable de su propio 'potencial' integrador; 'vivir y dejar vivir', con el propósito de una evolución interior en una consecución apropiada de salud física, mental, moral y espiritual. f) También hay un alejamiento mucho mayor de sí mismo, el cual es la causa de casi todo problema en la vida, a saber, el auto alejamiento de la Naturaleza como un todo. Aunque es verdad que vivimos en la tierra y tenemos contacto con el agua, el fuego, el aire y el éter, en un análisis científico de la situación, se comprenderá que éstos realmente no son contactos, sino más bien repulsiones celulares, nerviosas y psicológicas a los impulsos de la Naturaleza, los cuales llamamos percepción sensorial de la existencia y operación de la Naturaleza. El contacto es siempre unión y no reacción a un estímulo. Por eso estamos viviendo como exiliados en la Naturaleza, sin ser capaces de real amistad con ella, un hecho que se corrobora a diario por las experiencias de calor, frío, hambre, sed y un miedo constante a la destrucción física de nuestra personalidad corporal. g) La última y más grande aberración es la separación del ser, de Dios. Es algo difícil de explicar, pero no puede sucederle al hombre una calamidad mayor que ésta que le ha sucedido. Es realmente la separación de toda la personalidad e individualidad de su propio Ser Superior. Esto es lo que se conoce en términos filosóficos como el 'mal metafísico', mucho peor que todas las aberraciones psicológicas conocidas por la humanidad. Esto es realmente vivir en el reino de la muerte, Mrityuloka, como se llama en las Escrituras, estar muriendo constantemente, como lo proclamó el Buda en su gran descubrimiento.

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sábado, 23 de octubre de 2010

EL YOGA DE LA MEDITACIÓN

CAPÍTULO 4

Preparativos para el Conocimiento de Sí Mismo

El equipaje con el cual uno tiene que proveerse para entrar en el campo de la meditación no es menos importante que el conocimiento mismo del arte de la meditación. Muchos buscadores con un acopio de conocimiento de los métodos de meditación, con frecuencia fallan en alcanzar un éxito tangible en sus esfuerzos, debido a que no se han preparado apropiadamente para la tarea que se han propuesto. Hay muchas preguntas y problemas que subconscientemente, no conscientemente, alteran y agitan la mente de un individuo durante casi todo el día y la noche, sin consideración de su posición en la sociedad y las abundantes riquezas que pueda poseer. Las sutiles vibraciones antipáticas puestas en acción por ansiedades y limitaciones de varias clases, mantienen en suspenso la mente, cuando no hostigándola constantemente en un estado de guerra fría, por así decirlo.

Aquí tenemos que traer a consideración las relaciones externas de la vida, tales como las políticas, sociales, económicas, morales, estéticas, biológicas, así como las predilecciones y restricciones religiosas, aparte del carácter psicológico general. A una persona políticamente esclavizada hasta el meollo, sea por un mecanismo de Estado o por malos sistemas administrativos que causan tensión nerviosa, como aún hoy se ve patentemente en muchos lugares del mundo, se le niega la libertad natural que se debe honestamente al ser humano por derecho de nacimiento, y ese peso muerto de la institución mecanicista externa con seguridad determina intensamente a los principiantes en la ciencia de la meditación. No hay duda de que es una necesidad indispensable cierta cantidad de libertad respecto de las cadenas de una forma política de gobierno rigurosa y arrogante, y todos los genios y personajes culturalmente avanzados de cualquier país o nación, han sido aquellos que han tenido libertad de pensamiento, de opinión y de albedrío, y han alcanzado liberación de un gigantesco control estatal puramente mecánico, debido a que la nación o el país se ha elevado de la ley de la selva, a la ley del entendimiento, a la ley de un sentimiento del significado del valor del individuo en su propio e independiente estatus, mismo que disfruta desde el nacimiento, no por la bondad o caridad que recibe individual o colectivamente de otros, sino por la materia de la cual está hecho en sí mismo, una chispa eterna y una llama de anhelo por más y más crecimiento y expansión, una luz que no puede extinguirse ni siquiera por el vendaval de las vicisitudes más fuertes del tiempo. Un espécimen de tal Estado libre, compuesto de individuos liberados como lo fueron sus florecientes ciudadanos, ha sido para el pueblo de la India el ideal de Rama-Rajya, un ideal que, se dice, ha sido materializado históricamente en la antigüedad, un ideal que es el sueño acariciado y la esperanza de cada pensador político en la India, más aún, de cada estadista de cada nación. La libertad política puede que no tenga relación directa con las meditaciones espirituales, pero que tiene relación sobre la vida de un individuo que es espíritu, mente y cuerpo, todo en uno, debería ser tan obvio, como para requerir explicación o exégesis.

Demasiada ansiedad por reformar a otros en la sociedad y el mundo en general, sin purificarse uno mismo y sin estar en disposición para la tarea, debe considerarse como el mayor obstáculo en el esfuerzo por perfección espiritual. Antes de intentar poner orden en el medioambiente objetivo, deben considerarse con cuidado los impulsos subjetivos y los anhelos. Para lograr buenos y beneficiosos resultados en cualquier dirección, primero debe construirse una personalidad integrada, que manifieste proporción en las funciones de los niveles físico, vital, mental, intelectual y espiritual del ser. Sería un serio error olvidar este punto y poner énfasis solo en la armonía social exterior. Sin un conocimiento de sí mismo en un apreciable grado y sin una total comprensión de la vida, los intentos de planeación social están destinados a fallar y a conducir a conflicto y confusión, en lugar de a la ansiada paz social y a la armonía.

Aparte de esto, el hombre tiene sus propias restricciones sociales: los "haz esto" y "no haz aquello" de la comunidad en la cual se educa, que se supone le ayudan y apoyan, pero que con frecuencia estorban y obstruyen el crecimiento del individuo para alcanzar más elevados espacios de la mente y el espíritu. Las limitaciones impuestas a la vida de una persona, sean políticas o sociales, se proponen moderar los excesos en pensamiento, palabra y acción, sus caprichos, extravagancias, antojos y fantasías, así como los prejuicios de varias clases, a los cuales cuando se les deja la cuerda larga, probablemente privarán a otros de sus derechos y requerimientos o, algunas veces, aun los arruinarán totalmente. Mientras que este es el aspecto positivo y sano del control exterior, también tiene éste su lado negativo y deletéreo, cuando pierde de vista el bien del individuo y lo cambia por un endiosamiento de la exigencia de su obediencia, y una supeditación a la autocracia de aquello que, por el contrario, debería ser el principio rector y guía para la vida. En la vida social de la India, particularmente, existe aquello conocido como el sistema de castas o clasificación de las personas en grupos sociales, exigida por la necesidad de cooperación entre las dotes y capacidades específicas de las personas que deben llevar una vida en colectividad, para el bien y mejoramiento mutuos. Pero esta muy necesaria provisión para el orden de los grupos en la sociedad puede excluir a ciertas personas de la misma oportunidad de mejoramiento y crecimiento, cuando los grupos que forman parte integral de la organización de la sociedad, se segregan en clases competidoras en lugar de cooperadoras, llevándolas a las subsiguientes consecuencias de mutua aversión, conflicto y lucha de diversas intensidades. Esta es la farsa y tergiversación de la norma social con propósitos de ventaja personal, aunque al final esta ventaja conduce a la ruina personal de la cual uno, en su ignorancia, no es generalmente consciente. Es costumbre de la personalidad egoísta sacar ventaja de cualquier situación en que se encuentre y torcerla para sus propios fines y convertir en vicio, aun una virtud universalmente aceptada y loable. Las personas envueltas en tales circunstancias de la sociedad necesitan una mano amiga y una palabra iluminadora, pues la persona socialmente castigada, así como el políticamente avasallado, va a encontrar que un avance mayor en el campo de la vida interior, casi que estará más allá de su alcance. El Estado y la sociedad en gran medida son responsables por la calidad y número de individuos que puedan atreverse y tener éxito en sus esfuerzos por un avance espiritual en la meditación sobre realidades más altas.

También se dice que la religión no puede enseñarse a estómagos vacíos, gran verdad con mucho significado. La realidad se manifiesta por grados y aún el plano físico, es un grado de su expansión. No se trata de que uno pueda saltar a los cielos del espíritu desde el cuerpo que pesadamente se arrastra sobre la tierra sin una adecuada preparación. Alimentación, vestuario y techo, comodidades de la criatura humana, son necesarias al menos en una mínima proporción, y en tanto éstas sean absolutamente esenciales, uno deberá tener la oportunidad de adquirirlas con un sentido libre de apego y ansiedad. Muchas comodidades causan apego y muy pocas, ansiedad. De aquí que los principiantes en el Yoga de la meditación deban seguir un camino medio con la escogencia de unos medios sanos y moralmente justificables para ganarse la vida mediante el servicio de alguna clase, o la producción de acuerdo con sus capacidades individuales, en un grado permisible y posible. Demasiado idealismo completamente despojado del toque de realismo, será una piedra de tropiezo que al final conducirá a la caída, y al mismo tiempo, mucho interés en las comodidades materiales sin el idealismo encumbrado de la espiritualidad, conducirá al derrumbe de nuestros propósitos. El Madhyama Marga o el camino medio, del que usualmente se dice fue el escogido por el Buda, es un buen ejemplo de evitar los extremos en cualquier curso de acción, y de cómo templar la cuerda diestramente para producir la más hermosa música de la armonía de la vida. En el lenguaje del Bhagavadgita, esa destreza se llama Kausala, y la armonía, Samatva, dos términos que tienen una amplia connotación, aplicable a todos los niveles de la vida. Mantener el cuerpo en perfectas condiciones de salud es una necesidad, aunque la intención sea trascender sus demandas y limitaciones, paso a paso, mediante una moderada auto restricción practicada gradualmente.

Íntimamente conectado con este aspecto de la vida del buscador está el aspecto moral de su vida personal y social. Las necesidades económicas de una persona generalmente están enlazadas con los procesos que emplea para aceptar provisión material e intelectual de la sociedad. En el caso del hombre corriente su necesidad probablemente se convertirá en codicia, la cual lentamente se convertirá en obsesión y pasión, hundido en las cuales, se convertirá en un explotador y atesorador, cuyo principio es tomar más de lo que entrega. Pero la política del buscador espiritual, aun cuando no pueda elevarse por encima del hecho de ser una unidad económica de la sociedad humana, es no tomar más de lo que entrega, porque esta es la única forma en que puede evitar las reacciones de la Naturaleza, conocidas como némesis de Karma. La Naturaleza siempre mantiene un equilibrio en todos sus niveles y no puede tolerar ninguna interferencia con dicha ley. Quien quiera que interfiera con la ley del equilibrio de la Naturaleza, sea física, mental, moral o espiritualmente, recibirá un rechazo por parte de la Naturaleza, y este rechazo es el sufrimiento del hombre en la vida. Sostienen los estudiosos de la moral que la regla ideal de conducta es tratar a otros como fines en sí mismos, en lugar de tratarlos como medios para ulteriores fines, puesto que a nadie le gustaría ser tratado como un instrumento o herramienta para producir satisfacción a otro. Esta característica de la persona como fin en sí misma y no como medio, revela la verdad de que cada uno es un fin y no un medio, y tratar a todos en esta condición es la esencia de tratar al otro como a uno mismo, porque uno mismo es un fin en sí mismo. También es la razón tras la enseñanza: ‘Haz a otros lo que quieras para ti’, o en palabras del Mahabarata: ‘Uno no debe aplicar a otros, lo que es contrario a uno mismo’. Esta es, entonces, la gran ley de la moralidad en el mundo, y también es la forma de desenredarse de las garras de la ley del Karma. También es la ley de aquello conocido como Yajna o sacrificio, descrito en el más épico y poético estilo en el Purusha Sukta del Veda, y en los capítulos 3 y 4 del Bhagavadgita, sacrificio en sus significados cósmico e individual. Sacrificio es vida, porque sacrificio es cooperación, cooperación es armonía y armonía es un reflejo del Verdadero Ser.

Un aspecto bastante pertinente, pero muy descuidado de la búsqueda espiritual, es la observancia de estricta continencia tanto de la mente, como de los sentidos. Esta disciplina se ha llamado Brahmachraya, un recurso extremadamente sutil para asegurar la fuerza y el crecimiento de la personalidad, así como el florecimiento completo de la vida en la realización consciente del Espíritu Supremo en la vida práctica. El hombre moderno con sus energías disipadas no tiene la educación o el tiempo para poner atención a esta parte moral, vital y vulnerable de su vida, la cual cuando no se guarda con gran entendimiento y cuidado, puede al final significar su ruina en cuerpo, mente y alma. Los deseos caprichosos y morbosos del corazón humano que caracterizan a la sociedad moderna en general, tienden a desintegrar los alientos vitales de la personalidad, razón para que no exista paz ni en la persona, ni en la familia, ni en la sociedad. Nada puede considerarse más saludable y necesario que el auto control que significa Brahmacharya, para perpetuar la salud y la buena voluntad, la participación mutua en una buena causa común, así como la fuerza espiritual y el lustre en toda la naturaleza humana.

La ley del sacrificio es a la vez la ley de la atuorrestricción, cuyo precepto se conoce como Yama en la ética del Yoga. Yama o autorrestricción es un proceso de auto subyugación, una restricción de las pasiones en forma de lujuria, codicia, odio e ira, así como la no aceptación de más posesiones que las que realmente necesita para el mantenimiento de su individualidad psicofísica. Esta es la materia tratada en gran detalle por las escrituras sobre Yoga. Y es una regla preeminente en la vida del estudiante que desea alcanzar algún éxito en meditación. La ley de tratar a otros como fines en sí mismos, es suficiente explicación del significado de Yama o autorrestricción en la vida de un aspirante que progresa en la senda espiritual.

Calor y frío, hambre, sed y sueño, son necesidades y presiones biológicas que no pueden pasarse por alto fácilmente, y 'al diablo hay que pagar la deuda'. Aquí, de nuevo, son indeseables el exceso o la escasez, y la regla de moderación a seguir está bien expresada en el capítulo Sexto del Bhagavadgita. El principio a adoptarse no es ni el manjar, ni la inanición. De nuevo la regla es mantener el equilibrio en la actitud y la atención al grado de realidad en el cual uno se encuentra en determinado momento de la vida. Los impulsos hedonistas y el sentido estético que normalmente son considerados normales en la naturaleza humana, son frecuentemente excluidos por profesores ascetas de espiritualidad, porque no tienen nada que ver con la vida espiritual y ni siquiera con una vida buena. Sin embargo, aquí de nuevo, el criterio es saber el grado en el que se encuentra la mente del buscador, y ésta es la medida desde la que se puede juzgar si algo es necesario o no. No siempre es fácil para uno juzgar sus necesidades, porque fácilmente puede caer en excesos o hacer una lectura errónea de sí mismo, debido a una inteligencia nublada o, con mucha frecuencia, debido a debilidades personales o parcialidad a favor de uno mismo. Artes como la escultura, la pintura y la música, no son malas en sí mismas, y al menos en los estados iniciales de ascenso espiritual, cuando se tratan apropiadamente, pueden muy bien convertirse en canales de sublimación y elevación de las emociones. Demasiado rigor es malo, y ésta es una regla para todo, y podemos decir, tan malo como demasiada laxitud. Es fácil hartarse o aguantar hambre, pero no lo es comer moderadamente; es fácil hablar siempre o no decir nada, pero no es fácil decir palabras moderadas. Los impulsos del sentido estético también pueden expresarse provechosamente a través de actividades literarias. La lectura intensiva de poesía espiritual o prosa filosófica, la lectura cuidadosa de porciones sublimes y pasajes instructivos de Shakespeare o Milton, Valmiki o Vyasa, de verdad recompensan al buscador de la verdad.

Los buscadores a veces son apáticos hacia su cuerpo, el 'hermano asno", como lo llamaba san Francisco de Asís. No obstante, es una buena bestia de carga y si no estuviera ahí, ¿quién soportaría el peso de la vida? Vivir en frío extremo, sin abrigo apropiado, comer negligentemente y disminuir el sueño en extremo, pueden dañar la salud en lugar de ayudarla a lograr el fin de iluminación espiritual para el cual dichas austeridades son un medio. En todas estas contingencias de la vida superior es necesaria la instrucción directa de un Gurú o Maestro. Ningún estudiante se puede considerar a sí mismo tan avanzado que no necesite ninguna instrucción o guía. Humildad es la característica aún de aquellos que están a punto de tropezar con el océano de la Realidad. Humildad. No hay daño en mantenerse en segundo plano. El daño está solamente en la autoafirmación.

Naturalmente la atmósfera religiosa en la cual uno haya crecido colorea fuertemente los sentimientos. El Hindú, el Budista y el Jainista, el Cristiano, el Musulmán y otros, todos son obviamente educados bajo la influencia de especiales y peculiares nociones religiosas que impactan su vida personal y social. Tienen sus propios modos y rituales, ayunos y observancias, y cada uno de ellos tiene un elemento bueno, que puede seguirse con ventaja cuando se toma como un medio honesto de auto purificación y auto evolución. Pero las diferencias en las ideologías religiosas no deben interferir con la aspiración humana de universalidad espiritual. Esta es una verdad básica que la mayoría de los seguidores de las religiones son dados a olvidar. Religiones que predican la unidad de Dios y la hermandad de la humanidad, con no poca frecuencia patrocinan y protagonizan guerras religiosas, y este es el alcance al cual puede llegar el fanatismo, una total representación errónea de aquello que está para elevar al hombre al ideal espiritual cósmico. Los rituales religiosos son una gran ayuda en Sadhana, y las diversas clases de fe en las prácticas religiosas, son un buen paliativo para la emoción humana. Pero también actúan como espadas de doble filo que en manos inexpertas pueden causar doble daño. Los rituales religiosos también tienen un valor estético, son un arte en sí mismos, como la escultura o la pintura. Sin embargo, lo que el buscador debe evitar vigilantemente, es la intolerancia o fanatismo en sus prácticas y actitudes.

El estudio de textos espirituales es una gran ayuda como preparación para la actitud meditativa. Las Upanishadas, el Bhagavadgita, el Sermón del Monte del Nuevo Testamento, el Dhammapada, y selecciones similarmente idóneas de la sabiduría de las diferentes religiones, pueden tomarse como libros de texto para el Svadhyaya diario o estudio sagrado. Tal estudio es una ayuda para liberar la mente dentro del delimitado ámbito de los sublimes pensamientos registrados en esas Escrituras. De hecho, generalmente hablando, este estudio es una clase de meditación en sí mismo. Japa o recitación repetida de un Mantra o fórmula, un concepto o idea, es de nuevo una ayuda directa a la meditación. El Japa de un Mantra regularmente realizado a diario, incita en la persona nuevo y desconocido poder. Aquellos novicios en la práctica que no pueden dedicarse exclusivamente a la meditación, deben recurrir de forma alterna o circular, a Japa, estudio y meditación, de tal manera que la mente no pueda cansarse de la monotonía de la práctica. El estudio y el canto pueden ser en voz alta o suave, y puede ser silenciosa, según el caso, de acuerdo con la constitución y necesidades psicológicas del estudiante. Un método particular llamado Kirtana y Bhajana, que consiste en la recitación musical y canto de diversas maneras de los divinos Nombres y de las Glorias de Dios, es sumamente útil como método para purificar y sublimar la emoción, y elevarla a la ardiente devoción a Dios. Este es precisamente el método del Bhakti Yoga o el Yoga de la Devoción Divina.

La localización o morada del estudiante de Yoga que intenta practicar meditación, debe ser lo más aislada que sea posible de los lugares de ruido y actividad agitada, tales como ciudades, fábricas, centros de comercio, etc. Esto es un prerrequisito demasiado claro como para necesitar cualquier comentario explicativo. La Svetasvatara Upanishada y el Bhagavadgita, han dicho algo muy importante y a punto respecto de escoger un lugar y atmósfera para la meditación. Las cimas de las montañas, las orillas de grandes reservorios de agua y escenarios espaciosos de dulces brisas, todos se consideran conducentes para evocar una disposición de ánimo meditativa en el aspirante. Los lugares de peregrinaje santificados por la presencia de santos y sabios, tanto del pasado como del presente, atmósferas de templos e iglesias antiguos, así como lugares de adoración religiosa, contribuyen a que surjan sentimientos sublimes en el Sadhaka.

Oración y adoración actúan como preliminares apropiados para la concentración de la mente. Tienen varias formas, tales como la Puja en el Hinduismo, la Misa en el Cristianismo, y la Namaz en el Islam. Cada fe religiosa tiene su propia forma de oración y adoración, la cual es la forma externa de un sentimiento interior de dedicación de la persona misma al Ideal Divino. Mientras que la oración es una exposición total, personal y privada de uno mismo al influjo de la Divina Gracia, una entrega secreta del alma a la gloria y grandeza del Todopoderoso, la adoración es un gesto externo de actos y símbolos de esta dedicación interior del ser. Karma o trabajo y deberes santificados, Upasana o adoración sagrada y contemplación, y Jnana o sabiduría de Dios, se consideran etapas del ascenso espiritual a la Suprema Realización.

Debe agregarse aquí una palabra de precaución respecto de la proporción que debe mantenerse en la persecución de los fines de la existencia humana, llamados Purusharthas, que son, Dharma, Artha, Kama y Moksha, y la práctica de los cuatro Yogas, Karma, Bhakti, Yoga y Jnana. Los aspirantes espirituales son propensos a poner excesivo énfasis en Moksha o la Salvación Final, con exclusión y aun detrimento de los otros tres, a saber, Dharma o la regla moral, Artha o el valor económico, y Kama o la satisfacción emocional. Aquí el énfasis excesivo es perjudicial para el crecimiento integral del individuo hacia la perfección. Lo que evoluciona espiritualmente es toda la persona, y no solo una faceta, un aspecto o facultad del individuo. Poner demasiado peso en el aspecto Moksha de la vida espiritual, con frecuencia hace a la persona descuidar los valores del mundo, los cuales con no poca frecuencia toman venganza sobre buscador, cuando detectan la oportunidad en su vida. En tanto se viva en el mundo, debe combinarse en forma óptima un sentido moral en equilibrio, un sentido que se aplique no solo a otros, sino a la propia personalidad; un debido sentido de valores para con las reales necesidades materiales; deben combinarse bien una cuidadosa participación en las alegrías de la vida, y un apropiado y hondo anhelo por la unión con Dios; pero no deben combinarse como en una manufactura, sino como un compuesto homogéneo de una vida bien equilibrada de humanidad divinizada. Similar cuidado debe tomarse en la proporción de la actitud respecto de los cuatro Yogas que representan la disciplina de los aspectos de la naturaleza humana, a saber, el conativo, el emocional, el volitivo y el racional. Un énfasis indebido sobre uno o unos pocos, causará similares reacciones desagradables. Así como el crecimiento de la planta de la vida a través de las Purusharthas debe ser armonioso, de manera igual debe ser equilibrado y proporcionado en el vigoroso árbol de la vida la tendencia a través de los cuatro Yogas, de tal manera que pueda producir el precioso fruto de la visión de Dios y la perfección en el Absoluto.

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lunes, 18 de octubre de 2010

EL YOGA DE LA MEDITACIÓN

CAPÍTULO 3

EXPERIENCIAS ESPIRITUALES

Cuando uno avanza progresivamente en meditación la conexión aparentemente inseparable del cuerpo con el total de la vida y los elementos físicos de la creación, se afloja gradualmente. La fuerza de gravitación por la cual uno está confinado a la superficie terrestre, las limitaciones del tiempo con sus nociones de pasado, presente y futuro, y la soledad que uno siente en la esquina del eterno espacio, son la esencia de la existencia mortal. Estas son fuertes ataduras y nudos difíciles de deshacer, y con frecuencia la posibilidad de traspasar sus límites está más allá de nuestra imaginación. Pero esto es precisamente lo que promete, y al final alcanza, la ciencia de la meditación. Sin embargo, el logro puede tomar largo tiempo, pues en el ascenso a la Realidad se debe pasar a través de diversas etapas.

En los pasos iniciales surgen visiones de diferentes objetos brillantes, tales como cristal, humo, estrellas, luciérnagas, lámparas, ojos resplandecientes, oro radiante y destellos de diversas piedras preciosas. Pero esto solo son indicaciones de que se avanza en meditación. También se nos ha dicho que se tendrá, primero, la percepción interna de una estrella brillante, luego, de un espejo hecho de diamantes; el disco de la luna llena, un disco de piedras preciosas; después, el disco del sol a medio día y, finalmente, una esfera de llamas; todo eso llegando a nuestra visión en sucesión, uno detrás de otro. También se dice que aparecerá ante la conciencia del meditador un disco de luz blanca y deslumbradora, así como una montaña resplandeciente. También puede haber visiones del cielo lleno de luz azul, verde oscura, rojo sangre, amarilla brillante y amarilla ordinaria, con distancias respectivas de alrededor de cuatro, seis, ocho, diez y doce pulgadas. La práctica continua capacita para observar un cielo sin cualidades, éste, más adelante, cambia a una encantadora luz de brillantes estrellas, luego, a un espacio en llamas con fuego destructor del mundo. Este cielo se convierte entonces en espacio-conciencia. Al final, el cielo asume la forma de un espacio refulgente con millones de soles juntos.

En meditación profunda de alto orden también se escuchan varios tipos de sonido. Primero, un leve tintineo; segundo, un sonido más metálico; tercero, el sonido de una campana; cuarto, el de una caracola; quinto, instrumentos de cuerda; sexto, de platillos; séptimo, de flauta; octavo, tambor grande; noveno, tamboril; finalmente, décimo, el rumor de truenos. También son comunes otros sonidos como el rugido del mar, el de una fuente al brotar, de timbales, del zumbido de abejas, etc. Como singulares experiencias en meditación llegan fragancias, sabores y toques celestiales de un extraordinario tipo. En la condición del primer sonido en ser escuchado, se siente una experiencia conmovedora que recorre todo el cuerpo; con el segundo sonido llega un sentimiento de que los miembros se separan del cuerpo; con el tercer sonido se produce abundante sudor; con el cuarto, se siente como si la cabeza fuese sacudida; con el quinto, se siente como si el paladar resbalara fuera de la boca; con el sexto, se siente la dulzura de la ambrosía manando del sitio del paladar; con el séptimo, llega el conocimiento de los secretos; con el octavo, la capacidad de hablar en lengua celestial; con el noveno, conocimiento divino y, con el décimo, uno se convierte en una verdadera encarnación de Dios.

En textos de Yoga y filosofía espiritual se registra la existencia de diferentes reinos o planos de conciencia y el buscador tiene que atravesar estos diferentes estratos con denodado vigor de aspiración. No es del todo verdad aquello de que 'el hombre es la medida de las cosas', pues las Upanishadas nos aseguran que hay más altas medidas del ser, y estas son formas sucesivas, más reales e inclusivas de vida, que los estratos precedentes de la serie. Hablando en el lenguaje de las Upanishadas: (1) la unidad más baja de humana perfección y gozo es la satisfacción de un rey joven y saludable, fuerte, docto, culto, afable y poderoso, a quien pertenecen todas las riquezas del mundo. Una persona con estas prendas de ordinario no se ve en el mundo, pero si llegase a existir una, sería la unidad inferior de deleite, lo que significaría que el hombre es la medida inferior de perfección concebible. Más alta que esta unidad, dice la Escritura, está (2) la Jurisdicción de perfección y gozo de la clase de seres superiores y a la vez internos a la conciencia terrenal del hombre, que han sido llamados Gandharvas mortales (o Gandharvas por acción). En una categoría más alta están los (3) Gandharvas celestiales; (4) las almas divinas o Pitris; (5) Seres celestiales o Devas por acción; (6) Seres celestiales o Devas por nacimiento; (7) Seres celestiales o Devas en esencia; (8) el Príncipe de los seres celestiales, llamado Indra; (9) sabios tales como Brihaspati; (10) las manifestaciones divinas de Creador, Preservador y Destructor conocidos en los Puranas como Brahma, Vishnu y Siva; (11) la Forma Cósmica conocida como Virat, en la cual cada estado excede y trasciende al anterior cien veces en conocimiento, poder y gloria. De hecho, el Virat no es solamente una multiplicación matemática de las experiencias inferiores, sino un Infinito alargamiento hacia atrás y hacia delante de todo lo que existe, que no tiene medida o igual con que pueda ser comparado, ni en cantidad, ni en calidad. La Realidad Suprema se extiende aún más allá de la manifestación Virat, y surge más elevada como (12) Hiranyagarbha e (13) Ishvara, que son las más internas e inclusivas de las extensiones cósmicas de la Realidad Suprema. El Ser Eterno, última meta del Yoga, está aún más allá de esta manifestación universal y existe sin relación alguna en su supremacía como (14) el Absoluto, Brahman.

No es que un Yogui tenga que pasar una a una por todas estas etapas, pues los planos de conciencia enumerados arriba del dos (2) al (10), se consideran principalmente como niveles intermediarios que pueden ser cruzados por almas que abrigan ciertos deseos correspondientes, y es el bien conocido camino del desarrollo progresivo, que tiene el nombre de Krama-Mukti (liberación gradual), y que es detallado con terminología diferente en las Chandogya y Kaushitaki Upanishadas. Pero esta no es una regla uniforme de ascenso para todas las almas, pues en casos excepcionales la conciencia puede elevarse de repente directamente del (1) al (11) como resultado de la intensidad de la meditación de naturaleza impersonal practicada correctamente. Aun las etapas (12) y (13) no son divisiones obligatorias en la experiencia que sigue, y se dice que hay una sublimación de la conciencia a la vez del (11) al (14) puesto que, de hecho, las etapas (12) y (13) son distinciones lógicas necesarias como contrapartes cósmicas de los estados de conciencia humanos, y no necesitan tomarse como representación de experiencias de necesaria incumbencia para el alma del buscador que ha alcanzado la etapa once (11). Siendo las etapas (11), (12) y (13), indistinguibles una de otra cuando uno realmente llega a su realización. No obstante, las muchas etapas mencionadas indican la dificultad del ascenso, así como el enorme progreso que el hombre aún debe hacer en su evolución. Estos son misterios que trascienden la comprensión humana, y aquí nuestros guías son solamente las Escrituras y las enseñanzas de los Maestros de Yoga.

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domingo, 10 de octubre de 2010

EL YOGA DE LA MEDITACIÓN

CAPÍTULO 2
IMPEDIMENTOS EN MEDITACIÓN

Entre más tratamos de entender la vida, más complicada se muestra, y más trata de eludir nuestro entendimiento. La sabiduría humana parece ser inadecuada para la tarea de manejar la situación en un mundo de fuerzas ininteligibles y hechos extraños que golpean fuerte el corazón del hombre. Mucha de la dificultad radica en entender la estructura de nuestra propia personalidad, la cual está compuesta por elementos que no siempre están dentro del alcance de la percepción normal. La verdad del asunto es que el hombre vive en un mundo de fuerzas y no de personas y cosas. Manejar personas y cosas es asunto diferente a manejar fuerzas. Porque la actitud humana varía cuando se dirige hacia un centro de fuerza, o hacia una persona o cosa. Es naturalmente imposible tener emociones de amor y odio con relación a un centro de fuerza que está entrelazado con otros centros similares en el mundo. Pero en relación con las personas y las cosas, uno experimenta un tumulto de emociones. Esto sucede por los modos diferentes en la evaluación de los valores. En una persona vemos algo que no podemos ver en un centro de fuerza, tal como un chiquillo ve algo en un muñeco, mientras que una mente adulta no ve nada en él. El chiquillo vincula un valor especial a un muñeco o, por ejemplo, a un auto hechos de azúcar. Para el chico son reales, en tanto que para una mente madura, son solo necios objetos hechos de azúcar. Aquí yace toda la diferencia entre el niño y el adulto. Mientras el niño ve la forma, el adulto ve la sustancia. El valor para el chico está en la forma y el color, mientras que el valor para el adulto está en la esencia. El adulto se divierte ante la evaluación de valores del niño, pues allí no hay la cosa que el niño ve, sino lo que el adulto ve.

Los centros de energía interfieren con nuestras personalidades en variadas de formas. Ese centro particular de fuerza, que por el momento exhibe caracteres de una estructura que en ese instante es el exacto contrario correlativo del modelo estructural de la individualidad de una persona, se convierte en un objeto de atracción y amor para la persona, y sucede un trastorno emocional en relación con ese centro de fuerza que se visualiza como un objeto localizado, debido a la capacidad limitada de percepción visual en el ser humano. Pero cuando en el curso del proceso de evolución natural de todas las cosas, los modelos estructurales de esos centros de fuerza ‘relacionados’, sufran automáticamente un cambio tal que modifiquen por completo sus formas en un espacio temporal dado, se dice entonces que hay lo que llamamos una aflicción, una pérdida de la posesión y, como consecuencia, una pena del corazón. Las penas parecen inevitables para el ser humano, cuando éste rechaza ver las cosas correctamente debido a su matrimonio con los sentidos, los cuales no pueden ver siquiera lo que hay debajo de su propia piel. El ojo humano no puede ver lo que los rayos X o el microscopio pueden ver. Tal como el ojo de un niño es incapaz de indagar en la sustancia del muñeco de azúcar, la visión humana no puede tener acceso a la estructura interna de los objetos y los toma por cuerpos sólidos, cuando en realidad son centros giratorios de energía. El microscopio verá nuestro cuerpo de forma diferente de lo que lo ven nuestros propios ojos. Y este error de la vista es lo que nos hace ver valor en las cosas. De la misma forma, nuestros otros sentidos hacen travesuras con nosotros. El gusto a la lengua, el olor a la nariz, el sonido a los oídos y el tacto a la piel, son en realidad diferentes fenómenos psicológicos producidos dentro de nuestro sistema cuando las vibraciones de los diferentes centros de energía universal interfieren en diversas formas con nuestros sentidos. Esta diferencia se debe, de nuevo, a la desemejanza en la estructura de nuestros sentidos. Tal como la misma electricidad congela cosas en el refrigerador, hierve nuestro té en una estufa y mueve un tren sobre los rieles, por la diferencia en el medio estructural a través del cual se manifiesta, así la energía universal se recibe como color por los ojos, sonido por los oídos, olor por la nariz, gusto por la lengua, y tacto por la piel. La forma en que vemos un cuerpo es la manera por la cual nuestra personalidad total es capaz de reaccionar ante un centro de energía universal.

Cuando se intenta entrar en el campo de la vida espiritual no es suficiente si uno solo trata de entender cómo concentrar la conciencia en el concepto de la realidad, sino que es igualmente importante conocer las formas como uno puede fácilmente desviarse del esfuerzo. La mayor oposición que el buscador debe enfrentar en sus ardientes propósitos viene de las informaciones de los sentidos, que comienzan a protestar porque encuentran belleza y significado en las cosas de formas múltiples, así que tienen razones para amarlas, mientras que la conciencia investigativa interna arguye que la realidad debe ser una. Por esta razón, en las meditaciones espirituales sobre la idea de la realidad los sentidos se rebelan y compelen a la conciencia a poner atención a sus gustos. Los sentidos parecen no gustar de una actitud que no pueda apreciar que hay objetos localizados para amar con satisfacción.

La conciencia universal parece disiparse y encerrarse ella misma en los centros giratorios de fuerza, los cuales son nuestros objetos, y se ve a sí misma como si en un espejo hubiera algo visible con lo cual, de hecho, no puede establecer ningún contacto y por lo tanto no puede ser poseído. La conciencia comienza a verse a sí misma en el objeto al transferirse a éste, y el objeto, al asumir la posición del sujeto, entonces es amado y mimado como si fuera el ser, y el sujeto es transportado al éxtasis por el sentimiento de posesión causado por el contacto psicológico con el objeto, que ha asumido el carácter de sujeto. Lo que se llama existencia mundana es en su mayor parte una danza del ego al son de sus deseos, y un arrebato contra cualquier oposición al cumplimiento de éstos. En el largo plazo, el deseo deja de ser en una función psicológica y asume un carácter metafísico, endureciéndose, por así decirlo, y convirtiéndose en un obstáculo que no puede ser superado fácilmente por el esfuerzo de la conciencia. El deseo de alimento y sexo, así como las demandas del ego para investirse de poder, reconocimiento y gloria, no son solo un acto mental que pueda acallarse con facilidad, sino la rigurosa acción de las fuerzas con las cuales la conciencia se ha enredado, fuerzas que la conciencia comienza a considerar como si fuera ella misma. El amor es doble: sensorial y egoísta. En las meditaciones espirituales los deseos se convierten en enemigos atrevidos que trabajan duro para desobedecer los intentos del espíritu por realizar su presencia universal. En la raíz de todo el problema está la idea del cuerpo, éste actúa como una niebla espesa que hace borrosa la visión de la conciencia que comienza a percibir una diferencia cuando no existe ninguna. Los esfuerzos psicológicos del buscador son vanos ante estas fuerzas metafísicas, porque no es humanamente posible satisfacer la idea de que allí está realmente un objeto ante nuestros ojos. El objeto rehusa presentarse meramente como una idea, y nadie jamás ha tenido éxito en liberarse del amor por los objetos, porque el amor no puede retirarse de lo que es visible realmente como un centro de significado y atracción. Y tampoco es fácil contener la rabia contra las fuerzas que parecen obstruir el desarrollo y cumplimiento del amor. Es por esta forma de operación de la mente que con frecuencia el esfuerzo espiritual ha fallado, aún en monasterios y en grutas, y son abundantes los ejemplos de buscadores sinceros, dedicados a la meditación en reclusión por dos o tres décadas, que han caído en actividades sensoriales y aventuras egoístas. Nadie debe tener el atrevimiento de imaginar que ha dominado las técnicas espirituales o que ha dominado los deseos, a pesar de que lleve muchos años de reclusión y meditación. La razón del fracaso, en la mayoría de los casos, es una meditación errónea por años, que involucra la represión de los deseos en lugar de su sublimación. Los objetos no se han desvanecido, aún están allí listos a devorarnos con su tentadora apariencia, y están hibernando aun en una gruta, un templo o un monasterio. En tanto que veamos magnificencia y valor en las cosas del mundo, en las posiciones sociales, en el poder y las dignidades, nuestras meditaciones probablemente demostrarán ser vagabundeos en un paraíso de tontos. A menos que sujetemos firmemente los objetos y transformemos su naturaleza y forma en su constitución espiritual, no podemos decir que de verdad meditamos en la realidad. Una ola no puede resistirse al océano. Para lograr algún éxito debe sumergirse dentro del mismo océano.

En los propósitos espirituales la debilidad de la voluntad es, parcialmente, la razón del fracaso. También sucede, infortunadamente, que el tiempo que la mayoría de la gente dedica a la meditación es muy poco, en comparación con la parte del día y la noche cuando la conciencia persigue vigorosamente el placer. Cualquier pequeño beneficio que se haya acumulado durante el corto período de meditación, será probablemente arrastrado por los fuertes vientos de los deseos que soplan durante la mayor parte del día. Así, pues, los deseos no deben tomarse a la ligera. Tienen poderes ante los cuales las más destructivas bombas no son nada. Los moradores del cielo, que envían ninfas para confundir las meditaciones de los Yoguis, son las esencias más sutiles de los sentidos, las cuales están cósmicamente distribuidas en reinos etéreos y vuelan como aviones hacia sus respectivos objetos, en tanto que el débil poder de raciocinio del hombre queda mirando aturdido y con una sensación de depresión, un talante melancólico y, al fin y al cabo, un sentimiento de desesperanza en los esfuerzos humanos.

Y no es que el esfuerzo no sirva, sino que los esfuerzos ordinarios son inadecuados. Las bellezas celestiales descienden al mundo moral para tentar a los aspirantes incautos mediante presentación constante de variedad en belleza y valor. Cuando el aspirante ha dominado una forma de resistencia, se encuentra de nuevo preso de otra, la cual es nueva para él. Mientras se ocupa con los métodos para sobreponerse a este segundo frente de lucha, encuentra que ha caído en el charco del tercer grupo, cuya existencia nunca notó antes. De esta manera parece que la vida se gastara en una lucha perpetua por conquistar el sentido de valores erróneos, pero la vida es demasiado corta aun para contar el número de tales valores, así como las fuentes de tentación y oposición. Este ha sido el dilema de miles de buscadores tanto en Oriente como en Occidente, y no es extraño que el Señor Krishna nos prevenga en el Bhagavadgita: 'De entre miles de personas, solo unos pocos intentan lograr la perfección; y aún dentro de estos pocos que lo intentan, solo uno verdaderamente la obtiene'.

La vida del buscador espiritual es una multitud de miserias, pérdidas y retrocesos, uno detrás de otro. Es como intentar nadar a través del vasto océano con la fuerza de los brazos. Estas dificultades han sido comparadas por los expertos con tareas tan formidables como atar un elefante salvaje, engullir fuego, caminar sobre el filo de una cuchilla de afeitar, o secar el océano achicando el agua con una hoja de pasto, etc. Estas analogías pueden sonar terribles, pero no están muy alejadas de la verdad. Nadie ha alcanzado la perfección espiritual siendo indulgente con los deseos, pues aun un solo acto de indulgencia sensual o egoísta, puede obrar como si se encendiera un fósforo, cuyas chispas son suficientes para producir una conflagración que consume todo el esfuerzo acumulado del pasado. Historias tales como la del santo Visvamitra, Parasara, etc., vienen a nosotros como prevenciones en el camino, señales y luces de guía, no obstante, no podemos aprender por la experiencia de otros. Todos deben hollar el mismo camino que otros transitaron hace tiempos. Todos deben sufrir el mismo proceso por el cual Visvamitra fue disciplinado, Saubhari fue purificado o Durvasa confrontado. Los poderes del universo actúan de igual manera sobre todos, y ejercen la misma presión sobre nuestra meditación. Los amores y odios del corazón son las ansias de la estructura total de nuestra individualidad, y no son meramente funciones de la mente consciente. Es todo el ser el que salta de felicidad cuando está cerca de un objeto de amor. Cada célula del cuerpo exhala su amor. Cada nervio del cuerpo vibra en simpatía con el objeto. No es solamente la mente pensante la que funciona aquí. Es por esta razón, que el amor y el odio son tan difíciles de conquistar, pues esto involucra la conquista de los instintos de toda la personalidad, los cuales están dispuestos a saltar para perseguir un objeto u objetos. Estas sutilezas de la vida humana y de la aventura espiritual, son desconocidas para la mayoría de los buscadores. Muchos han pensado que la vida espiritual es solo cuestión de libre elección, y que es suficiente si uno anda con taparrabos, come solo una vez al día, y duerme apenas dos horas. Aunque todas estas prácticas son buenas en sí mismas, no obstante, ni siquiera rozan el borde del problema principal. Es aquí cuando muchos invocan desesperados la ayuda que solo Dios puede otorgar al buscador, ya que el solo esfuerzo no sirve de mucho.

El remedio para todo esto es la meditación misma, pues no hay otra forma. Las leyes de la Naturaleza parecen ser tales, que uno no puede vivir ni morir felizmente. Esta dificultad se resume en una simple palabra: 'Samsara'. La cura para el Samsara es la meditación espiritual, que tiene gran variedad de técnicas que deben emplearse con el mayor cuidado. Nada parece suceder cuando el proceso de meditación es tedioso, o cuando una hoja de pasto roza una mano adormecida. Pero cuando parece que un intruso ha llegado, los perros guardianes se despiertan a una actividad violenta, y ofrecen atacar con todo su poder. La belleza sensorial y la grandeza personal, que están escondidas dentro de los recursos de la Naturaleza, se excitan cuando la meditación comienza con la seriedad necesaria.

El universo es como un poderoso sistema de radar instalado por todos lados para registrar cada acción y cada acontecimiento que suceda en cualquier lugar, aun los de más leve intensidad o movimiento. Cuando la meditación se hace apropiadamente, no es un proceso de pensamiento silencioso, que no interfiere con nada, efectuado por alguien en un sereno rincón, sino una positiva interferencia con la estructura misma del universo, y algunas veces se pone en operación un sistema para que las fuerzas enemigas reciban una advertencia, por así decirlo, de que alguien está en meditación. De inmediato, lo que se conoce como naturaleza inferior reúne fuerzas contrarias, y la meditación recibe un revés. El más grande obstáculo en meditación surge de nuestras emociones, puesto que la vida humana esencialmente es un despliegue de sentimientos. Se reviven recuerdos olvidados que asumen vida una vez más, creándose un poderoso desorden que con vehemencia hace lo posible para traer a la conciencia, que está concentrada, las circunstancias mundanas de amor y odio. Es aquí cuando los anhelos que una vez fueron suprimidos se intensifican, y los deseos ocasionales de aquella persona dedicada a prácticas espirituales pueden ser aún peores que los que vemos en el común hombre de mundo. Porque la reacción que viene con una venganza siempre es más vehemente que la forma usual en que obran las fuerzas contrarias. Amores y odios son aquí magnificados, y un objeto feo luce hermoso. Tonterías pueden asumir gran importancia, y la menor reacción de alguien puede verse como una positiva enemistad. Aparecen miedos imaginarios que no se pueden remediar por ningún medio disponible, y apegos de peculiar naturaleza, a veces difíciles de entender, surgen en el corazón. En tal condición, personas de bien pueden robar un lápiz o un cortaplumas, acto que normalmente uno no cometería. Los apetitos se vuelven más virulentos y el hambre puede volverse insaciable. A pesar de ellos mismos, los aspirantes comienzan a desarrollar afectos. Para las hambrientas emociones todo parece hermoso y adorable. Se forman apegos a cosas tales como el perro o el gato. La variedad del problema es impensable.

Quienes han logrado la santidad han reiterado que las primeras oposiciones a la meditación espiritual vienen de los deseos de fama, poder, riqueza y sexo. El deseo por ganar buen nombre ciertamente es muy natural. No se tolera la censura porque es una condena al ego. El amor por el poder también puede insinuarse en la mente del buscador, y uno puede sentirse satisfecho ejerciendo el poder sobre su ayudante o sirviente, cuando no hay alguien más sobre quien hacerlo. El deseo de opulencia no siempre llega en forma de ambición por vastas riquezas, ya que los deseos son astutos en su forma de obrar, como si fueran conscientes de que si piden mucho, no tendrán éxito, así que piden cosas pequeñas que fácilmente serán concedidas. El dinero, al menos en pequeñas cantidades, deviene en una necesidad, y existen obvios argumentos en su favor. Ningún deseo se presenta sin una buena razón detrás de él. Cada preferencia o anhelo, luce racional y justificado. Pero, principalmente, el deseo de sexo supera a los demás. Se dice que este impulso solo muere cuando muere la persona. En nuestras Escrituras hay anécdotas de anacoretas sobre quienes la primera arma descargada fue el objeto de la lujuria. Esta tentación difícilmente puede resistirse. Ni siquiera el más sabio de los Yoguis se reputa completamente libre de sensibilidad a la armadura del sexo. Que alguien haya llevado la vida de hombre casado, y que con posterioridad se dedique a la meditación, no garantiza inmunidad a las futuras tentaciones del sexo, puesto que este deseo no tiene fin, y parece no agotarse por el uso constante, o estar satisfecho aún tras repetidos disfrutes. Aquellos que no están totalmente familiarizados con este instrumento del Tentador, verdaderamente terminarán en un miserable fracaso de sus intentos, y sufrirán una derrota en su meditación.

En buscadores educados el ego puede volverse vanidoso, debido a lo cual puede surgir el deseo de mostrarse o pueden, de repente, imaginar que tienen la misión de salvar al mundo de la ruina. Muchos buscadores han sentido honestamente que son verdaderos Avatâras (encarnaciones divinas), y que su conocimiento no tiene parangón en el mundo. Uno puede comenzar a sentir que siempre está en lo correcto y que nunca estará equivocado, aquí cualquier consejo o sugerencia por otra alternativa, lo harán resentirse. Este es el dominio del ego, ante el cual los aspirantes fácilmente pueden caer.

Con frecuencia comienza a apretar el corazón del aspirante el sentimiento de un miedo desconocido, cuyo origen no puede descubrir con facilidad. Parece como si la misma tierra se hundiera bajo sus pies, y todo el mundo lo hubiera dejado a su suerte. Hay deseo y no puede satisfacerse. Hay ansia que no puede recompensarse. Ocasionalmente, hay ira que no puede expresarse adecuadamente. Aun puede llegar el miedo a la muerte como la última de todas las amenazas, y todo esfuerzo parecerá haber sido en vano. La vida parecerá estar terminando sin haber logrado nada, excepto sufrimiento. Estas son algunas de las horrorosas escenas que el buscador en el sendero de la meditación tendrá que atestiguar, y verdaderamente bendecidos son aquellos que logren el éxito en medio de esos precipicios y trampas. Gautama, el Buda, sufrió todas las pruebas, pero era un hombre de madera muy fina, y alcanzó la iluminación a pesar de esas oposiciones.

El exceso en la práctica puede causar enfermedad física, la cual actúa como un impedimento al progreso. La práctica excesiva puede causar en el aspirante embotamiento y cansancio mental. En cierta etapa, se llega a dudar hasta de la eficacia del propio método. Un largo período de continuo esfuerzo puede resultar en suspensión de la práctica y disminución de la meditación. Puede establecerse una torpeza general en todo el sistema y un sentimiento de ‘es suficiente’ con lo que se ha hecho. Puede surgir el deseo de satisfacciones pequeñas, las cuales cuando se cumplen, pueden asumir grandes proporciones. Luces y visiones, contempladas debido a la presión sobre el Prana, pueden confundirse con visiones de Dios o experiencia mística. A veces uno pierde el punto de concentración, el cual rehusa venir ante el ojo mental. Y cuando se ha conseguido, parece sacudirse y nunca queda permanentemente fijo. Pueden aparecer temblores en el cuerpo, depresión y disgusto, que perturban la paz mental.

El tumulto de obstáculos en meditación estará allí mientras que el pensamiento no haya entrado en el ser, y esté luchando por obtener la entrada en él. Los juicios de valor de los sentimientos individualistas y las emociones no se van con facilidad, sino que persisten viendo los objetos como buenos para adquirir o evitar. Los centros de fuerza de los que está hecho el universo, aún parecen como objetos concretos localizados en el espacio y atraen nuestra atención. En tanto la meditación permanezca solo como pensamiento de la mente, las dificultades usuales del camino no podrán evitarse. La gran guerra tiene lugar cuando el pensamiento toca la puerta del ser y trata de entrar en él. Los oponentes son los poderosos porteros que custodian la entrada en el Absoluto.

Uno debe ser cauteloso para manejar las fuerzas contrarias. Un ataque directo y frontal no siempre tiene éxito, puesto que los enemigos son igualmente poderosos, si no mejor provistos que las energías del buscador. El aspirante nunca deberá llegar a extremos en el camino espiritual, sino que debe seguir siempre el justo medio en consideración y juicio. Algunas veces, bajo estricta vigilancia y cuidado, puede ser necesaria una pequeña satisfacción o un poco de alivio a la tensión, cuando la mente y los sentidos se vuelven turbulentos y la muerte parece ser la única cosa inevitable. El Buda, de nuevo es aquí nuestro ejemplo: mucha austeridad casi mata su persona sin que algún beneficio le trajera. Ocasionalmente, con una tremenda vigilancia pueden ser aconsejables satisfacciones moderadas. Todo esto debe hacerse con un entendimiento sobrehumano de la situación, puesto que la ética o moral corriente en el mundo, no se aplica en su sola letra al buscador. La ética de la vida espiritual varía un poco de aquella del hombre común del mundo. Mientras que la moral de la sociedad puede ser estereotipada y pasar sin cambios de abuelos a nietos, la moral de la vida espiritual puede cambiar su énfasis sobre diferentes caras de las misteriosas dificultades del camino. El famoso verso del Bhagavadgita sobre este tema, establece una verdad para todas las épocas: El Yoga no es para aquel que disfruta mucho, ni para el que se abstiene de todo disfrute, no es para aquel que duerme constantemente, ni para el que está siempre despierto. El Yoga pone fin a las penas de aquel que es moderado en el disfrute, la recreación, el trabajo, el sueño, así como la vigilia. Este justo medio es difícil de percibir, pero puede verse con una inmensa sutileza del entendimiento discriminatorio. En todos estos esfuerzos, es necesaria la guía personal de un Maestro o experto experimentado.

Los obstáculos a la meditación pueden enfrentarse solo por la meditación practicada repetidamente con denodado vigor. En meditación, el pensamiento y el ser se unen para formar uno. Esa es la etapa de la intuición, cuando los objetos descubren su carácter esencial y deponiendo todas sus tácticas de oposición y rebelión, a las que acudían antes, asumen una actitud amistosa, y entonces todo el universo parece estar a nuestra disposición. Los habitantes mismos de los planos superiores comienzan a ayudar al aspirante, en lugar de oponérsele como hacían antes. La ayuda comienza a fluir desde todos los lados, y el gozo sobreviene en la naturaleza del aspirante. La luz comienza a fulgurar desde cada átomo del espacio, y el tiempo se vence a sí mismo. La distancia entre las cosas desaparece, y las estrellas lejanas parece que rodaran bajo sus pies. Todo lo codiciable o deseable se le presenta en su forma real como un hecho eterno del cual nunca será desposeído. El infinito y la eternidad se unen en existencia pura. Amigos y enemigos se encuentran y entran en el corazón del meditador. El universo abandona su externalidad, objetividad, materialidad y transitoriedad, y asume su forma suprema, absoluta, espiritual, inteligente y delectable. Inmortalidad y muerte se convierten en las alas de una sola experiencia, y todos los juicios entran en el mismo ser del Juez Universal. Es el principio de una posesión universal por parte del Ser, donde la Creación parece filtrarse en su existencia, y en un resplandor de conciencia, el hombre logra el conocimiento de que su entera naturaleza, tanto física como intangible, está unida a toda la vida que palpita y pulsa por todas partes. En los estados más elevados de la experiencia espiritual, el aspirante lo incluye todo y es incluido en todo, conoce y comprende todo. Esta experiencia es supra-sensorial, supra-mental y supra-intelectual, aquí la personalidad tiende a desintegrarse y el buscador siente que se desliza en una esfera de vastísimas implicaciones sondeando profundidades abismales, escalando vertiginosas alturas, contemplando enormes perspectivas desconocidas en la tierra. Hay una sensación de Poder que afecta cada partícula de su naturaleza, y es bañado en una Luz de indescriptible brillo. Hay conciencia de la interpenetración de todas las cosas, y la persona está simultáneamente en todos los lugares. Cada simple detalle se conoce exactamente en su propio lugar, en su mínimo pormenor y en su relación con el Todo. Todo se vuelve claro como el cristal, la luz brilla por separado desde cada punto del espacio, no solo desde un astro, como el sol en algún lugar del distante espacio. Uno se vuelve inmortal.

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