Hoy les hablaré de algo mucho más
fácil, aunque no menos importante — el arte de llamar a Dios en nuestro
interior. ¿Qué método se adopta para llamar a alguien de modo que se acerque a
uno? Se llama a un perro con ciertos gestos. Se llama a un gato y éste se
acerca. Uno sostiene un poco de pasto frente a una vaca y ésta se le acerca.
Gesticula de modo amigable a una persona y ésta se le acerca como un amigo.
¿Pueden también llamar a Dios?
Siempre que uno llama a alguien, lo hace por medio de un nombre. La gente que
acaricia a los perros les da un nombre. Llaman al perro por ese nombre. Los
conductores de elefantes, mahouts, le dan un nombre al elefante y cuando
mencionan ese nombre, el elefante se detiene. “¡Levanta tu trompa!” La levanta.
“¡Muévete!” Se mueve. “¡Detente!” Se detiene. A los elefantes se les enseña el
arte de reconocer el nombre que se les ha dado.
Cuando alguien pronuncia su
nombre, inmediatamente uno se identifica con ese nombre. Tanta es la intensidad
de la identificación que tiene con el nombre que aún si está profundamente
dormido, se despierta con solo ser llamado por su verdadero nombre. Si Juan está
durmiendo, uno debe usar su nombre: “Juan, por favor levántate”. Pero si dice
“José”, no se levantará. Lo que hace que una persona se despierte no es el
sonido que uno pronuncia sino el llamado de aquello con lo que uno se
identifica. Tan intensa es esta identificación que persiste aún en sueño
profundo; de otro modo, cuando uno está totalmente inconsciente en sueño profundo,
¿cómo es que recuerda su nombre y cuando alguien grita su nombre, se despierta?
A Dios también se lo llama con un
nombre. En lenguaje corriente, este arte de llamar al Creador Todopoderoso se
hace mediante la recitación de un nombre que asociamos con la naturaleza de
Dios. El nombre de Dios es una descripción de la característica de Dios. Según
el lenguaje tradicional indio, cuando se le da un nombre a una persona en el
momento del nacimiento, no es que uno le da cualquier nombre que quiera, como en
estos tiempos modernos. Para elegir un nombre en particular que indique la
influencia ejercida sobre ese niño por todo el sistema estelar y planetario, se
tienen en cuenta las estrellas, los planetas y el día en que el niño nació. De
ese modo, el nombre sugiere la verdadera característica y naturaleza de la
persona. En la actualidad, se le da cualquier nombre, como el de una planta, un
árbol, una ramita o cualquier cosa por el estilo. No hay significado en todos
esos nombres.
Dios también puede ser llamado
con un nombre, siempre que el nombre elegido, con el cual se Lo llama, indique
el poder, la majestuosidad y el afecto que Dios tiene por uno. El mantra que la
gente recita en japa sadhana, por ejemplo, se supone que es un indicador del
nombre de Dios. El mantra que una recita, en el cual se supone ha sido
iniciado, es el modus operandi adoptado para crear en su mente un indicio de la
naturaleza de Dios a quien uno venera y adora. En el Vishnu Sahasranama que
recién se recitó, los mil nombres son mil características diferentes del Ser
Supremo, no cualquier cosa y todas las cosas.
Tomado del libro "El logro del infinito" por Swami Krishnanada
No hay comentarios:
Publicar un comentario