lunes, 12 de noviembre de 2012

LA GUERRA CONTRA LOS SENTIDOS

Se puede decir que el pratyahara constituye la frontera del yoga. Cuando uno practica pratyahara, está casi en los límites del Infinito, y se tienen sensaciones supra físicas. Aquí es donde más se siente la necesidad de un Gurú. De nuevo se siente temblor en el cuerpo, revoloteo de la mente, somnolencia e híper actividad de los sentidos. Cuando intentamos pratyahara, los sentidos se agudizan más. Algunas de las primeras consecuencias de esta práctica del yoga, son: más hambre, más pasión, más susceptibilidad a la irritación, sobre sensibilidad. Para ilustrar esta condición, podemos dar un ejemplo: si tocamos nuestro cuerpo con un palo, o aún con una barra de hierro, no los sentimos. Pero nuestros ojos no pueden soportar el toque de una suave hebra, a causa de la sutileza de la estructura del ojo. Así de sutil se vuelve la mente, de tal manera que permanece susceptible a la mínima provocación, impacto o situación. En la etapa de pratyahara permanecemos en una condición donde directamente nos vamos a las manos con los sentidos, así como la policía interviene en una confrontación con bandidos que han estado al acecho y que ahora pelean sin que les importe la muerte. En una pelea a muerte la intensidad del combate crece, se dobla de un momento a otro. Si una serpiente que está a punto de morir en una pelea, muerde a una persona, se dice que no hay remedio porque su veneno se intensifica. La llama resplandece más antes de apagarse. Así los sentidos, cuando están siendo asidos con pratyahara, se vuelven hiperactivos, sensibles y tremendamente fuertes. Aquí el estudiante desprevenido puede caer. ¿Qué debe hacer uno cuando los sentidos se vuelven tan activos y fieros? En esta condición uno no puede soportar la visión de los objetos de los sentidos, y aquí es cuando uno no debe estar cerca de ellos. Mientras uno vive una vida social normal, nada parece especialmente tentador. Pero ahora, en la etapa de pratyahara, uno se vuelve tan sensible, que los sentidos pueden ceder en cualquier momento. Es como caminar sobre el filo de una navaja, afilado y cortante, fino y difícil de percibir. Aquí un pequeño descuido puede significar peligrosas consecuencias. Sutil es la senda del yoga, invisible a los ojos y difícil de recorrer. Los yamas y niyamas, practicados desde un principio, serán una ayuda en este estado. La gran disciplina que uno ha experimentado en los yamas y niyamas, lo guardará a uno contra la arremetida de los sentidos. A causa de la sinceridad del estudiante, Dios le ayudará a salir de la situación. Esa es la guerra del Mahabarata de la práctica, donde uno debe luchar contra los poderes de los sentidos, que inclinan hacia los objetos y los placeres.  

El pratyahara debe ir junto con vichara, o investigación cuidadosa de cada condición psicológica que se de en el proceso. Los sentidos fácilmente confunden una cosa con otra. Samsara, o la existencia en el mundo, no es más que una mezcla de apreciaciones erróneas de valores. Los sentidos no pueden ver la Verdad. No solo eso, sino que ven la falsedad. Ellos confunden, dice Patanjali, lo no eterno, con lo eterno, lo impuro, con lo puro, el dolor con el placer, y el no Ser, con el Ser. Este es el cuádruple disparate cometido por la mente y los sentidos. Nada hay permanente en este mundo. Que ‘todo pasa’, es una verdad que todos conocemos bien. Todo el mundo sabe que el próximo momento es incierto, y aun así, podemos ver cuánta fe la gente pone en el futuro, y qué preparativos hacen, inclusive, para cincuenta años más adelante. No puede haber nada estable en el mundo a causa de la impermanencia del cosmos, el cual está atrapado en el proceso de evolución. Sin embargo, el hombre toma las cosas como entidades permanentes. Los sentidos no pueden ver exactamente que está sucediendo frente a ellos. Son como personas con los ojos vendados, que no saben qué hay ante ellos. Fue el Buda quien hizo de esto su doctrina central, al proclamar que todo es transitorio, y aun así, para los sentidos, todo parece ser permanente, lo cual significa que no pueden ver la realidad. Nadie se baña dos veces en el mismo río. No hay existencia continua en una llama ardiente. Todo es movimiento de partes, salto de partículas. Cada célula de cuerpo cambia. Cada átomo de materia vibra. Todo tiende hacia otra cosa. En todas partes solo hay cambio. Mas para los sentidos no hay cambio en ninguna parte y todas las cosas son sólidas. Casado con esta teoría de los sentidos, el hombre no está preparado para aceptar ni siquiera su muerte inminente. Tal es el crédito que le da a la sabiduría de los sentidos.
 

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