Nuestra existencia está condicionada por la existencia de otras
personas. El mismo hecho de que estemos existiendo como individuos, demuestra
que hay otros individuos. De ahí que nuestra existencia esté condicionada por
la existencia de otros. Por esta razón no podemos tener una libertad del cien
por ciento. Nadie la puede tener. Todo el mundo está limitado a la relatividad.
Por lo tanto, en esta condición de mutua cooperación que se requiere del
individuo, corresponde a cada uno participar en la armonía que la naturaleza
mantiene.
El cosmos no es otra cosa que un balance de fuerzas. Podríamos decir
que es un enorme campo electromagnético que siempre se trata de mantener él
mismo, y no va a admitir ninguna intervención por parte de otros. En el momento
en que nosotros intervenimos o tocamos ese campo magnético del cosmos con una
actitud exterior, él nos da un puntapié. Esta es la llamada maldición del
karma. El karma de que hablamos, no es otra cosa que el campo electromagnético
universal con el cual interferimos todos los días como extraños, por así decirlo,
lo cual él no lo permite. Bajo estas circunstancias, es necesario desempeñar
nuestro deber de dos modos: desde el punto de vista individual, y desde el
punto de vista de la sociedad humana y el bienestar de todos los seres.
Commentary on the Bhagavadgita
– Pág. 57 (en inglés)